Gracias a tres años de terapia psicológica, y con la ayuda de su novia Alex, Charlie se ha convencido de que los vampiros no existen, y que su antiguo vecino no era más que un asesino en serie. Al edificio de Peter Vincent, quien continúa con su programa de televisión, se muda una sensual mujer. Charlie se siente cada día más atraído por ella, y descubre que es una vampiresa. Pese a advertídselo a Peter y a su novia, ninguno le cree. La pesadilla continúa.