El 5 de enero de 1900, en las proximidades de Londres, cuatro amigos llegan a casa de George Wells, con quien han quedado para cenar, pero el anfitrión no está. George irrumpe poco tiempo más tarde exhausto, sudoroso y con aspecto de haber escapado de un gran peligro. Los amigos le preguntan qué sucede y Wells se remonta a la última vez que se vieron. Una semana antes. En esa velada, Wells enseñó a sus amigos una pequeña máquina que, según afirmaba, podía viajar en el tiempo y que con una versión de mayores dimensiones, también lo podría hacer un hombre. Para convencer a sus amigos, George activó el artilugio, que desapareció ante sus ojos.